22 de mayo de 2025
Fue una jornada sin pausas, pero con mucho sentido. Desde que llegó a Punta Arenas, Patricio Camoglino no paró, recorrió experiencias agrícolas en el extremo sur, se reunió con equipos técnicos de la UMAG, de INIA y con funcionarias y funcionarios de INDAP. Escuchó, propuso, elogió... y también sentenció: "el cambio climático por sí solo no va a generar una transición agroecológica. Eso se gatilla con conciencia, con organización, decisión y acción".
Con tono entusiasta, entre mate y conversaciones campesinas, Camoglino se movió como pez en el agua entre las y los agricultores magallánicos. No solo habló de conceptos: los vivió. Observó predios, compartió prácticas, escuchó desafíos locales y dejó claro que la agroecología es tanto ciencia como experiencia, técnica y corazón.
—Cuéntame brevemente sobre tu trayectoria. ¿Cómo llegaste a esto y hace cuánto estás vinculado al mundo de la agroecología?
—"Estudié Agronomía en la Universidad Católica, en Santiago. En segundo año formamos un grupo que se llamaba AgroSocial, y ahí conocí a Juan Gastón, un profesor de Ecología que marcó mi camino. Después, creamos un colectivo llamado CEPA, que era la Coordinadora de Estudiantes por la Agroecología. Organizamos nueve congresos nacionales, y desde entonces no me detuve. Han pasado más de 20 años formándome y trabajando en esto. Entré a INDAP en 2022, como encargado regional de agroecología en La Araucanía".
—¿Qué te dejó esta visita a Magallanes? ¿Qué ves en esta región?
—"Veo una tremenda oportunidad. Hay experiencias potentes, territorio con identidad. Hay complejidades propias del clima, del suelo, de lo extremo del lugar. Sin embargo, el potencial está ahí. Y la historia también. En estas zonas, el modelo convencional llegó más tarde, y eso es una ventaja. La agricultura aquí mantiene aún prácticas que en otros lados se han perdido".
—¿Por qué la agroecología se vuelve tan importante en este contexto?
—"Porque estamos en un momento bisagra. El cambio climático avanza, pero no basta con que exista: hay que hacer algo. La agroecología es una herramienta concreta para adaptarnos. No es volver al pasado, es recuperar lo valioso y darle fuerza con conocimiento y tecnología. Esto ya lo hacían nuestros abuelos y abuelas, aunque no le llamaran agroecología. El término surge desde la ciencia, luego se transforma en práctica y hoy también es movimiento social y políticas pública".
—¿Qué características definen esta transición agroecológica?
—"La primera es entender que somos parte de un ecosistema. El predio no es una fábrica, es un organismo vivo. Hay que cuidar el suelo, volver a producir con lo que se tiene, consumir de temporada. Hoy, muchos alimentos han perdido su valor nutricional porque los suelos están degradados. La espinaca de hoy no tiene los mismos minerales que hace 30 años. Los fertilizantes químicos no reponen microorganismos ni materia orgánica, solo alimentan de manera artificial. Y así no se sostiene el sistema".
—¿Cómo se logra avanzar en la práctica? ¿Qué pasa con los productores convencionales?
—"El cambio no es blanco o negro. Por eso hablamos de transición agroecológica. Un productor convencional puede dar pasos hacia prácticas más sustentables. No se trata de excluir a nadie, sino de rediseñar el sistema productivo con respeto al entorno. Vincularse con la comunidad, mirar el paisaje, hacer agronomía con conciencia. Eso es agroecología".
—La organización social parece tener un rol central en este modelo...
—"Y lo tiene. La agroecología no es individual, es colectiva. En los años 60 y 70, las organizaciones campesinas eran fuertes, autosustentables, con educación propia. La dictadura quebró eso, y después vino un modelo que nos hizo competir entre nosotros, desconfiar. Pero hoy hay espacios que están recuperando esa mística. Las mesas de la mujer rural, los mercados campesinos, los comités agroecológicos, los jóvenes organizados. Todo eso es parte de la transición".
—¿Y cómo se conectan las nuevas generaciones con esto?
—"Muchos jóvenes se han autoformado. Miran videos en YouTube, siguen cuentas agroecológicas en redes, prueban en sus huertas. El conocimiento circula. Pero ahora falta articularlo, vincularlo con las generaciones mayores. Superar esa brecha. Lo ambiental y lo tecnológico van de la mano, y eso abre una posibilidad enorme. El desafío es cómo nos organizamos y para qué".
—En ese para qué, ¿hay un mensaje que te gustaría dejar a quienes trabajan la tierra en Magallanes?
—"Sí. Que lo que hacen es importante. Que lo ancestral tiene valor, que no hay que esperar que alguien de afuera diga "esto es agroecología" para darle sentido. Ya lo están haciendo. Ahora falta confiar, avanzar en red, cuidar el suelo, sembrar conciencia. La agroecología no es una moda, es un regreso con futuro".
Con más de 200 efectivos de las Fuerzas Armadas y de seguridad, se desarrolló este tradicional acto cívico-militar en la capital regional.
Con más de 200 efectivos de las Fuerzas Armadas y de seguridad, se desarrolló este tradicional acto cívico-militar en la capital regional.